Llego el día y mi mama empezó su labor con mucho entusiasmo. Pero, al mezclar los ingredientes, se dio cuenta que le faltaban algunos y otros que no conocía, así que decidió substituirlos.
Al llegar a las zanahorias, las hayo un poco duras y difíciles de pelar así que le echo boniato amarillo al biscocho. Ya lo tenía, se parecía el color, era más blando y fácil de pelar.
Algo así pasa al sabor de nuestras vidas cuando substituimos
nuestras propias preferencias, e ideas de la cultura que nos rodea, por los
ingredientes que nos ofrece la Palabra de Dios! Se cambia un poquito allí, se quita un poquito
de allí y al final nada queda igual.
¡Practica la simplicidad en tu fe! Lee tu Biblia con sencillez, como el niño buscando alimento, pidiendo a Dios que te ensene e ilumine!
¿Puedes recordar algún momento en que la lectura de la Biblia te ha
sido de bendición o aliento?
Bendiciones
Serafin
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